DESPERTAR DE MI CONCIENCIA - Primera Parte



DESPERTAR DE MI CONCIENCIA
-EXPERIENCIA-

Cálida tarde de Enero, el jardín incitaba aprovechar su sombra debajo del ciruelo enredado con una pasionaria florecida, situación que me estimuló a colocar una reposera debajo de esa media sombra complaciente.

Silencio de siesta, tarde de descanso en el vecindario, desvanecidos sonidos de rutina acentuaban serenidad imperturbable.

Quietud de paz entre mis flores, tonos sutiles de la naturaleza mutante por el clima en un tiempo constante, en este momento reverdecidas de matices por ser verano.
La vida trabaja sin detenerse siguiendo su ininterrumpido proceso cotidiano.

Agudice mi oído para escuchar su maravillosa música de consonancias. Escondida entre las ramas una chicharra reclama aparearse con agudo llamado ensordecedor. 
Comenzar a descubrir la prodigiosa circulación de insectos visibles y algunos diminutos trabajando por su supervivencia, fue notorio observar que ninguno molestaba al otro, cada cual en su misión encomendada por condición de especie conviven con su cometido y la tierra toma sentido de respeto a una vida permanente.
Laboriosa existencia despertando mi conciencia.

No saben de temores las mariposas, echan a volar en dualidad sobre sus flores. En giros revoloteando juegan al amor antes de aparearse, bella danza estilo vals del Danubio.

Plantas que se auto fecundan, polinización de agresivos abejorros escarbando Calas que dejan ver solo sus traseros, abejas obreras buscando polenizar sus colmenas resulta una relación milagrosa entre plantas e isectos en el cual ambos conforman un sólo sistema de vida, poca atención prestamos a eso.

Y en este escenario que me tenía cautivada, la brisa aromatizaba el aire con olor a sándalo, mientras las palmeras abanicaban sus ramas impidiendo sentir el sol abrazador del pesado medio día.     
                         
En tanto avispas bajan a beber agua fresca de la fuente improvisada que suelo tener siempre, donde al atardecer revolotean a saciar su sed y bañarse horneros, zorzales, torcazas, tordos y otros. Chapuzones fuertes salpicando los alrededores mientras que en la regadora del jardín revolotean bajo la lluvia colibries tornasolados en su vuelo de aleteos tan veloz que no se le distinguen las alitas y se posan tan pequeños siempre en alto sobre una rama casi confundibles con hojas ya saciados de succionar almíbar que preparo casi a diario en sus bebederos.

Mi cuerpo siente placer estar entre mis rosales y el aire tibio adormece. Recuesto más la reposera mientras escribo con un poco de incomodidad. 
Mi mirada de pronto se estrella contra el cielo índigo encontrando nubes blancas algodonadas como nieve.

Era evidente que a esas alturas las corrientes resultaban con más   pujanza entrelazándolas con espacios incalculables y no dejé entonces de recordar el juego de formar figuras con mi imaginación. Animalitos o caras extrañas se desvanecían rápido por ventoleras a esa altura imprecisa. Había olvidado de hacer algo así tan bonito, jugar con las nubes a formar imágenes desde que era niña.

Conmigo misma en inmenso placer de compartir la naturaleza como espectadora, me ofrecía  un teatro de bellezas que maniobran legítimamente. Sentía en cada instante estar inmersa plenamente en el despertar de mi conciencia, amando la vida con otra perspectiva de lo que es realmente el goce, como así también la felicidad de las simples cosas.

Ligada a la tierra, llevo como ventaja la libertad de mis ojos, cuando veo pasar pájaros sin saber su particularidad ni su destino, golondrinas ensayando en alto vuelo para partir al norte cuando llegue el otoño, bandadas de teros, cotorritas chillonas, bienteveos y me pregunto ¿Quién de todos ellos habrá plantado palmeras en mi jardín?, ¿Quién me habrá dejado de regalo una pasionaria?, ¿Tal vez el viento cansado de cargarla?

En el frescor de última hora me voy estimulando de encantos, el sol filtrando ramas en el atardecer deja ver su resplandor dorado en rayos cósmicos entre las hojas.  

Asoma por el techo de mi casa un denso nubarrón blanco, lo cruzan variedad de aves seguro que de regreso a sus nidos para el descanso. La increíble densidad se va disipando como algodones irregulares, como espumas que se transforman en juegos de calidoscopios acromáticos en la atmósfera ¿Dónde irán las aves cuando mueren?... Entre tantos que pasan, es difícil encontrar un pájaro muerto, es una pregunta que nunca supe responderme.

Mi pluma se apoya con dificultad sobre renglones y no quisiera que esto acabe, mientras veo al sol rojizo ocultarse sobre la terraza, su sombra cubriendo el patio al césped lo va alcanzando, cae en proyección la tarde en un milagro sorprendente que lentamente despierta mi conciencia. Ninguna persona debiera sentir soledad si puede contemplar el universo incontable  de vidas que la rodea. Ese goce pleno de formar parte de una ínfima parte de un todo infinito hace a la felicidad de mi ser una yo consciente.

 
©María Cristina Garay Andrade©
Monte Grande - Buenos Aires – Argentina

ESCRIBIÉNDOLE AL AMOR

ESCRIBIÉNDOLE AL AMOR
POEMARIO

SILENCIO DE LAS PALABRAS

SILENCIO DE LAS PALABRAS

LOS SILENCIOS DE LAS PALABRAS

LOS SILENCIOS DE LAS PALABRAS

©Victoria Lucía Aristizábal

Prologo

La palabra tiene un límite, la imaginación la sacude y la lleva prodigiosamente por las aguas de la sensibilidad que la estimula haciéndola hasta llorar de placer o dolor, de alegría, de afectividad, de ternura, de amor, de pasión y delirio, de lo irreprimible cuando en su exhalación vuelve a ejecutarse en un lenguaje que pretende desafiar lo efímero, más allá de lo posible para el escritor que hace el amor con ella ahondándola hasta el cansancio nutriéndola cuando la embellece, logrando traducirla de símbolo a energía del espíritu.

Los silencios de las palabras no duermen, despliegan su abanico de significados, de múltiples sugerencias y atisbos, volviéndolas curiosas, apoyándose en la sabiduría para convertirlas en un texto nuevo que tenga su importancia, procurando renovarlas, darles su baño de sentido, son acariciadas volviéndolas apetecibles con besos y razones, unas van en corceles, otras en fragatas, algunas novatas van gateando con su infantil picardía hasta volverlas eufóricas e indetenibles.

Los silencios de las palabras sonríen logrando que asciendan como surtidores para brotar como nuevos astros, hermosas unas que se celebran ellas mismas porque tocan su propia música, se consuelan otras como si una y otra fueran cama y cobijo o remembranza de un placer vivido que engatilla el éxtasis de los labios que han besado, de la piel que ha sido acariciada, del cuerpo que ha sido dichosamente penetrado y luego lanzando hondos suspiros solo atina a decir: “gracias Dios mío” con la ternura del reposo que luego químicamente duerme para despertarse en la vida sin tiempo con el olor a un amor hecho en la escala melódica y trascendente que alienta la desnudez de la plenitud de la nada donde la sensualidad prodiga sus frutos.

Los silencios de las palabras construyen deseos, modifican la pasividad por el entusiasmo, son una clínica de recuperación exaltando la renovación después de las caídas, son pasiones que incluso atrevidas desafían al cuerpo en sus pretensiones respirando en acordes lujuriosos provocadores de contacto, anulando las fronteras de lo imposible para dar paso a lo posible y entretener el placer que gusta de recorrer las zonas de lo prohibido para volverlas lícitas, y allí las palabras se regodean libremente para convertirse en poesía, buscando que ella sea cómplice y testigo de lo que el alocado corazón ha permitido.

Los silencios de las palabras se ausentan, se apartan de todo para quedarse en soledad compartiendo la vida en el espacio y en la introspección meditativa desparrama gráciles sentencias que permiten volver a aspirar la entrega renovada de una nueva palabra que interprete la realidad en la inmediatez dichosa y fogosa reaparece para mirarse en el espejo y encontrar el alma que deja de ser anónima cuando enciende la mística llama de la avenida principal donde el amor vuelve a dar sus pasos trascendentes y acompaña al cuerpo encajándose en su nativa nobleza.

Los silencios de las palabras son sueños, se suspenden ante la prodigalidad de las imágenes que filtran su claridad, volviéndose más libres, más íntimas, nadan en el mundo de la satisfacción plena encontrándose con el amante, abrazándose a su piel desnuda, anudándose a su cuerpo destilando las esencias de la belleza más rica donde se sacia la avidez que se potencia en el gozo concretando al espíritu, mientras el amor sin palabras aprecia porque se ha unido al alma seducidos ante el sacerdocio del corazón de humano origen.

Desde mis silencios se escriben poemas con palabras que tienen su enclave en la riqueza de un lenguaje que quiere expresar al mundo como se ama de tantas maneras, como se describen las emociones extraídas desde lo profundo de un alma que quiere elevarse por encima de las adversidades. Hay un silencio que ennoblece al lector cuando lee la riqueza de estos poemas que se hacen con el corazón abierto, le mente consciente y el alma en la frecuencia elevada de un espíritu que solo desea amar y ser amada.

María Cristina Garay Andrade una mujer que nació para escribir en el silencio y engalanar sus poemas con la combinación inequívoca de la riqueza metafórica que le brinda la musa de la naturaleza que acompaña a su alma desde siempre para las almas que entienden que escribir poesía es estar en armonía con el propio ser divino para que sea interpretada de la mejor manera posible.

MI AGRADECIMIENTO VICKY

DESDE MIS SILENCIOS se renueva con la frescura que dan los cambios propios de la madurez, de la mujer que quiere continuar elevando su talento para seguir deleitando a los lectores que desde tiempo atrás la siguen para emocionarse de nuevo con su estilo inconfundible.

Por el amor en amistad que nos une por más de 20 años en la red, por los momentos críticos que nos han unido en comprensión y por los tiempos felices compartidos, me entregas como regalo este prólogo en el blog como excelsa escritora que siempre he admirado.

Resulta entonces que mis alas de gratitud sobrevuelen conmovidas haciendo desaparecer las distancias. Florece desde aquel tiempo una frecuencia de elevado sentir de afecto que nos liga con lealtad, regocijo y paz.

María Cristina

(Crispis)

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