La noche cerrada abraza los campos impidiendo ver las sabanas matizadas de distintos tonos de verde, tranqueras adormecidas y solitarias hamacadas por el viento parecieran saludar a mi paso y a lo lejos la línea del horizonte se ve salpicada por lucecitas amarillentas indicando la presencia de enraizados ranchos campestres. El cielo cubierto de nubes renegridas y densas amenaza con descargar una tormenta violenta, similar a la que sentía dentro de mí en plena exacerbación y viajaba acompañada con mi angustia…
Esforzándome para no romper a llorar como una niña desenfrenada, mis ojos se empañaban irremediablemente de lágrimas incontenibles y silenciosas.
-Te lo he dicho un millón de veces, estoy donde sea necesario, mi lugar esta dentro de ti…-
-Me siento mal anímicamente Brillito, la historia queda concluida de mi parte pero obligadamente y mientras tanto recorro como una película repasando a ultranza la experiencia asombrosa desempeñada, no se como expresártelo, ¡tanto aprendí de la vida en estos cuatro años! ya sabes que lograron desplazarme, de eso no cabe la menor duda. Me obligaron a entregar todo mi esfuerzo en manos de inescrupulosos intereses y si no lo hacía lo pagaría con mi vida.
Quedó rematado y a la deriva, en manos de mis enemigos o mejor dicho en manos de los enemigos de la gente, de los sanguinarios y vandálicos subversivos.-
Mi desempeño en las funciones cada vez de mas responsabilidad, me enseñaron a enfrentarme contra sistemas de hemoterapias oligárquicos, venciéndolos con la única arma que contaba en mis manos: mi temperamento fuerte e inquebrantable, mis objetivos claros e insobornables y el factor humano que prevalecía por sobre todas las cosas… Embelesada y satisfecha, me sentía feliz realizando una tarea netamente humanística como internándome en un sacerdocio establecido en la asistencia social dentro de un organismo tan burocrático y frío como lo es un ente recaudador de impuestos.
Ayudada por mi apasionamiento solía salir de la repartición ante el asombro de los empleados y contribuyentes circunstanciales que quedaban mirándome extrañados ante mi actitud indiferente y con el correr del tiempo terminaron acostumbrándose a verme en pleno invierno con tapado de piel, salir para cubrir en los dispensarios la entrega del vital elemento trasportado en una heladera verdecita que comúnmente se utiliza para picnics, los apirotransfusores (bolsas de pvc para extracción de sangre) retirados del Instituto Agote (banco de sangre) por que en ella viajaban protegidos y en condiciones de frío optimas cubiertos de hielo seco los diferentes grupos sanguíneos que debía entregar diariamente para cubrir los requerimientos que llegaban a mi oficina en la parte administrativa…
Un coche oficial con chofer uniformado a disposición del servicio que prestaba, cubría los trayectos muchas veces a altas velocidades por las espaciosas distancias a cubrir de un centro de hemoterapia a otro, ingenioso apodo llevaba sin saberlo: “la chica de la heladera” que hasta el Director General puesto en conocimiento del tema me permitía utilizar su ascensor privado en casos de urgencias porque debía salir arando la tierra sin tiempo que perder y sin horario de fiscalización de jornada laboral, tampoco existía los feriados ni los fines de semana, todo era responsabilidad perentoria, el compromiso era riesgoso, una vida dependía de la eficiencia y la frase “Dios todavía hace milagros” sonaba como expresión de regalo ante el cumplimiento del deber alcanzado, estas eran las cosas que me hacían estremecer hasta la médula de los huesos.
Aunque mi intención era siempre permanecer en el anonimato, la gente agradecía constantemente con cartas llegadas a mis superiores jerárquicos, que solían reunir a todo el personal y darlas a conocimiento público, situación que me descolocaba ante mis compañeros porque siempre he sido muy tímida.
Mi demandada estrellita, tuvo en este capitulo muy poca intervención, solo fue espectadora y oyente de una recopilación de esta parte tan importante de mi vida que me sirvió fundamentalmente como crecimiento personal y muchos cambios de conceptos individualistas pues me enseñaron el verdadero significado de la palabra prójimo, dolor, asistencia y esencialmente humanidad.
Eso sí, les puedo asegurar que como fue siempre, Brillito, resultó una gran compañía en los cientos de kilómetros recorridos en el itinerario hasta llegar al destino final, creo que fue una de la trasnoche mas intensa de mi subsistencia.
Un nuevo amanecer nacía en el horizonte. Las primeras luces impulsaban con su claridad el flamante día, mientras el sol despuntaba su cálido fulgor amarillento rojizo.
El ómnibus se detuvo, mis remolonas amigas amodorradas no dejaban de ponderar ese aroma tan particular que aromatiza la ruta y que suele desprenderse de los calderas de campo alimentados a leña mezclado conjuntamente con la fermentación de la levadura que da como resultado el aumento de la masa blanca enmantecada que el pastelero artesanalmente con sus manos enharinadas y una destreza y agilidad sorprendente da a los bollitos diferentes formatos. Todo ocurre a la vista de los viajeros que en muchos casos se aglutinan para la compra de mermeladas caceras hechas con leche o frutas de la región.
Destemplada por la vigilia y el frescor de la amanecida, con medias lunas recién horneadas que sirven en cada hostería donde suelen parar los micros de larga distancia para desayunar, bebí el café caliente sin articular palabra, por que demás está decir me vino de maravillas, para luego terminar de efectuar el ultimo tramo en ruta que nos llevaría hacia la costa a pesar cuatro días que me servirían para sobreponerme y retomar el destino de lo cotidiano…
La orilla del mar me esperaba para recorrerla como resultado de uno de mis grandes placeres en meditación conmigo misma, el milagro de estar viva hacia que disfrutara la soledad pensando en dejar mis huellas breves en la arena humedecida por las serenas olas del atardecer.