CAPITULO I – “ENCUENTRO”

Alcé muy alto mis manos y cacé una estrella, entre mis dedos asomaba una titilante luz blanca que hacía parpadear mis ojos.....
Inquieta por el sobresalto de sentirse inesperadamente atrapada trataba a toda costa de escaparse, se movía afanosamente como queriendo zafar de su cautiverio un poco desesperada y una sensación muy extraña se apoderó de mi al sentir esos pequeños golpecitos de destellos en mi puño suavemente entrecerrado.
Cuando pude abrir mi mano, la vi latir como agotada, la acaricié lentamente tranquilizándola y poco a poco las dos tomamos confianza. Sentándose pregunto:

-¿Oye, por qué me has apartado de mi camino?...-
Mi contestación no fue muy concreta, pues mis respuestas en ese momento eran varias, no obstante manifesté:
-Nunca se me ocurrió hacer una cosa como esta, pero hoy sintiéndome sola quise experimentar la sensación de brillar...-
-La soledad es buena compañera cuando con una misma se necesita recapacitar, es oportuna apreciarla para poder tomarse el tiempo necesario y meditar...
Es triste que necesites experimentar brillo impropio, quiere decir que no tienes luz propia.... No comprendo mucho, explícate mejor quieres, ¿Necesitas de una luz ajena para poder iluminarte?... ¿Y si los demás necesitan de tu luz?.... Que egoísta eres... ¿Los humanos son todos iguales?...

Nosotras, las estrellas que despertamos las fantasías en los cuentos y las esperanzas de quienes se empeñan en contribuir con sus aportes el lograr un mundo embellecido, no tenemos ese conflicto, estamos permanentemente dando luz en la oscuridad para que se admire la belleza de la noche, para que se sueñe, para que se estimule el romanticismo en los enamorados, para que se contemple la hermosura de la creación...-
Me dejó fascinada, no supe que contestarle y le cambie el tema intentando congraciarme con ella.
-Sabes, nosotras les cantamos, las admiramos en las noches de verano, les hacemos poesías y hasta les tenemos un poco de envidia queriendo ser libres y vagar por la bóveda inmensa en que habitan y son reinas.-

-Te agradezco lo que me dices...- Contestó con una mueca de inevitable compromiso.
-¿Pero es que no son libres?... ¿O es que viven presos de sus propias ambiciones?... ¿Cuántas veces en sus vidas encumbran la mirada al cielo?...
Cada persona posee un reinado propio de valores y virtudes incalculables, ¿Pues entonces que clase de reinas pretenden ser?... ¿nadie aprovecha la condición humana como hija o hijo de Dios y la nobleza de espíritu como un don divino?...-
-Para comprender deberías ser humana como yo.- Le dije un poco molesta.
-¿Acaso tus hermanas y hermanos te comprenden y se comprenden entre si?... Retrucó irónica...
Mi molestia se tornaba en de enfado... No podía echarme más tierra encima y me defendí:
-¡Nadie es perfecto en la tierra!..., somos vulnerables.-
-Mira, la única forma de sentirte feliz, es amando, amando hasta que duela dice la Madre Teresa... sembrarás amor y recogerás amor, porque es lo único maravilloso que existe en el misterio del universo... ¡El amor hace milagros! ¡Es la base de toda la existencia sobre la tierra!-
-Si, pero a veces amas y te pagan una bofetada o te traicionan. ¡Las personas son ingratas, individualistas y viven encerradas es su materialismo!-
-Hubo alguien hace siglos que les dejó un bello mensaje y una profunda enseñanza para esos casos.
Además no esperes que te paguen de alguna determinada manera. Cuando estés dispuesta a amar, hazlo desde el fondo de tus mas nobles sentimientos, sin ataduras a prejuicios, ni mucho menos pensando en lo que vas a recibir, lo fundamental para ti debe ser lo que das auténticamente desde lo profundo de tu corazón...
Y hay algo mas para alcanzar lo que tanto buscas, es subir a la cumbre mas alta, tratando de superar tu espíritu todos los días enriqueciéndolo con amor a tu prójimo, ejercitando con empeño a abrir tu alma a los más necesitados. Pero debes tener en cuenta dos cosas importantísimas, la primera es ante los tropiezos, no caerte y la segunda, comenzar por el primer escalón, uno por uno, bien desde abajo...
Cuando llegues al pináculo, ya veras como no nos envidiaras, ni nos cantarás, ni nos escribirás mas poesías, que de lo único que te sirve es para añorar lo que esta en tus manos y no lo quieres ver, entonces serás reina entre las reinas, o sea una mas entre tantas que brillan para que en la humanidad halla paz y desde allí podrás regalar tu luz a los que no la tienen y tanta falta les hace.
Abre tus ojos y mira el latir constante de la vida, encuentra el camino por más espinoso que sea, si logras llegar y la altura no te marea, pudiendo dar tu amor como lo hacías desde abajo, te sentirás plenamente dichosa.

Y es tarde, la noche es corta, debo volver a mi lugar...
Cuando quieras ubicarme, eleva tus ojos al cielo, deja volar tu alma en la fantasía teniendo en cuenta todo lo que te dije, que seguro llegaras y volcada levemente sobre tu izquierda me encontrarás fácilmente...-
-¡Cual es tu nombre?... ¿Quiero saber como te llamas?...- Pregunte apurada.
-Que culpa tengo yo de que ustedes nos identifiquen en palabras, si las palabras se las lleva el viento, ¡sobre todo en tu tierra que abunda bastante! Rió cruelmente.
Lo que importa es lo que se liga sin emplear la materia. Soy una estrella como tantas otras, tú me has dado vida, llámame como quieras...
Cuando la noche se te haga larga, mira al cielo que me identificaras enseguida, o no te das cuenta que desde hoy soy tu amiga, búscame cuando quieras.-

De un saltito cayó al vacío y remonto vuelo ocupando un pequeño hueco en el azul intenso, en el infinito, en el cúmulo de estrellas que poblaban la cálida noche.

Ya estaba lejos, cerré mi mano como queriéndola sentir nuevamente y en la piel de la palma de mi mano el reflejo de la luna parecía irradiar la silueta reluciente de su cálido cuerpecito celeste casi blanco.

Decidí entrar del bacón a mi cuarto, cerré la puerta y me dejé caer en un sillón tratando de comprender algo de todo lo sucedido, pero mis ojos se estrellaban contra el cristal transparente de la ventana, pues a través de él podía verla, tan lejos y cerca al mismo tiempo, que su vocecita suave como la de un niño hacía eco en mis oídos invadidos por el ruido de la calle y el sonido del silencio de la madrugada.
Se durmió el encanto y se despertó la realidad de las cosas. La voz de una humana me obligó a componerme y la pregunta fue más que acertada:
-¿Qué estabas haciendo sola?...-
No pude contestar con mi verdad... ¿quién la entendería?...
-¡Nada, respondí con un gesto de despreocupación!... Solo contemplaba la despejada y bonita que esta la noche.-

Y de mis ojos rodó una lágrima, que remontó vuelo a través del cristal de la ventana.

María Cristina Garay Andrade
Derechos Reservados de Autora
 (1978)